martes, 10 de mayo de 2011

Danza Movimiento Terapia



Desde los albores de la humanidad, la danza ha servido para agradecer, celebrar y honrar la vida y la maravilla de experimentar los ritmos que la rigen, así como para pedir por lo que es necesario para continuar viviendo. Para nosotros, el bailar sigue siendo una expresión de sentimientos, una fuente de placer y una manera de disfrutar el tener un cuerpo capaz de desplazarse y coordinarse al compás de algún ritmo que nos alegre o nos emocione. Pero en la búsqueda de nuestra propia danza, podemos acceder a aquello que está escondido en lo más profundo de nuestro ser y que está almacenado en nuestro único instrumento con el que vivir, que es nuestro cuerpo. Y el cuerpo entendido como una totallidad que alberga nuestra consciencia, nuestra mente y nuestros sentimientos.

Tal y como dice Hilda Wengrower, “bailar tiene un aspecto catártico de liberación y alivio, y por sí solo es positivo, pero no es suficiente para curar. En danzaterapia queremos conocer las razones que nos llevan a necesitar una catarsis, vamos un poco más lejos.

“Los danzaterapeutas establecen con su paciente lo que denominan un diálogo kinestésico, y son capaces de diagnosticarlo observando su contracción muscular, respiración, ritmo, postura y forma de moverse… Las emociones son siempre corporales”, dice Wengrower.

 La danzaterapia trae consigo la posibilidad de escucharnos y reconocernos en tanto entidad total, es decir, un cuerpo que siente, se mueve y reconoce aquello que le ocurre como parte de su vivencia. Nuestra experiencia en este mundo ocurre a través del cuerpo, de los sentidos y de la química de las emociones -aquello que nos provoca lo que percibimos y experimentamos. Danzar es un momento de estar y ser completo, donde se unen la libertad de experimentar sin juicios lo que nos ocurre, y el disfrute de podernos mover al compás de lo que sentimos y necesitamos. Se trata de tomarnos un momento para escucharnos y darle un lugar a aquello que necesita ser expresado sin juicios ni restricciones. Una oportunidad para que se manifiesten todos los aspectos de nuestro ser físico, psíquico y emocional.

Una de las pioneras de este arte de la curación por medio de la danza, Trudi Schoop, recalcaba también el aspecto espiritual y trascendental del danzar. Lo relacionaba sí con lo personal, con el propio ritmo y la expresión personal, pero reconocía que en cada danza se encerraba también la danza eterna, en cada danza, todas las danzas danzadas y por danzar. El movimiento nos conecta con lo atemporal, nos inserta en el tiempo / no tiempo que nos conecta, a su vez, con lo etéreo, lo efímero, con el presente. Esa conexión fundamental entre lo que Jung llamaría el Sí mismo o la Totalidad y el Ego (o sí mismo, con ‘s’ minúscula), nos ayuda a encontrar nuestro lugar y propósito en el Universo. La danza es un vehículo para dicha conexión, ya que posibilita que surja el lenguaje simbólico del cuerpo y le comunique valiosa información a nuestra consciencia, a nuestro yo que observa, maravillado, cuando se permite el “ser movido” por fuerzas que emergen de esa fuente universal y eterna, esa totalidad del Ser. Como lo expresó otra pionera danzaterapeuta, Mary Whitehouse, no es lo mismo moverse desde la voluntad que permitirse ser movido por eso que surge inevitable, irrepetible, autétnico. Y es allí donde comenzamos a indagar en nuestra propia existencia, a conocernos más y a poco a poco, aprender a aceptarnos y a integrar todos los complejos aspectos que componen el ser.

Comparto la visión y las palabras de Diana Fischman, maestra danza movimiento terapeuta, quien postula que:

“La danzaterapia propone conocernos como seres de la naturaleza, participantes conscientes o inconscientes de los ritmos biológicos, del ritual social, comunitario, de la danza cósmica. Reencontrar el espíritu holístico, perdido con la modernidad, que en su afán de pura objetividad y búsqueda de certezas, separó la mente del cuerpo, lo natural de lo cultural, lo individual de lo social, lo racional y lo emocional, lo subjetivo de lo objetivo, hasta el punto de generar una oposición en la que sólo un aspecto de la polaridad tenía sentido, mientras que el otro era segregado, desconocido, postergado.

“En un camino que pretende juntar lo separado, reintegrar la polaridad escondida, las danzaterapeutas intentan llenar de sentido los movimientos mecánicos del cuerpo concebido como máquina. Buscan reencontrarse con el cuerpo sensible, que conoce y recuerda. El cuerpo en movimiento. El cuerpo que danza la vida.

“La Danzaterapia nos posibilita conectarnos con nuestra memoria corporal, desbloqueando los afectos retenidos, congelados que fueron reprimidos, dándoles una nueva oportunidad creativa de ser, descubrir nuevas perspectivas y espacios, a la vez que de integrarse al resto de nuestra personalidad para disponer de ellos, de su energía para nuestra vida cotidiana co-creándonos en el devenir de un contexto participativo.”

Se trata, pues, de una invitación a conocerse a sí mismo a través del cuerpo, su información y su lenguaje y de la posibilidad de dejar que exprese lo que las palabras a menudo no pueden, donde se permite la ambigüedad, el no saber, lo primordial, y lo sublime. Invitaremos a la palabra, sí, a que acompañe, pero no rija ni restrinja nuestra necesidad expresiva, psíquica y emocional. No hace falta tener experiencia previa en danza para participar de las sesiones de Danza Movimiento Terapia. Todos podemos (y debemos, por nuestro bien) bailar y encontrarle el sentido al movimiento, encontrar nuestra propia danza.


1 comentario:

  1. Carla, me encanta tu blog! Me gusta lo que has escrito...reflexiones sentidas y profundas. Un amoroso abrazo para ti!

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