miércoles, 14 de febrero de 2018

DanzaSombra: El viaje de un Amado Monstruo hacia una Danza del Corazón

Hace unos meses completé mi más reciente trabajo artístico, una vídeodanza llamada DanzaSombra. La misma comenzó a partir de un video que tomé de mi silueta en la pared nocturna de un recién estrenado espacio de trabajo y los movimientos que fueron surgiendo al ver mi sombra proyectada a contraluz del farol del patio. Danzando al son del silencio intermitente, interrumpido ocasionalmente por el ritmo lejano de una base de reggaetón en construcción, en su etapa más inicial, que mi compañera de vida, de hogar y de amor armaba por su parte, compartiendo, en ese momento sin saberlo, el mismo instante de creación y el mismo intento de apropiarnos de nuestro nuevo lugar, de habitarlo con nuestro Arte.

A ese hilo danzado improvisado en sombra proyectada y registrada se le sumaron, meses más tarde, intervenciones de colores, texturas, diferentes velocidades, cortes...  manipulaciones del material crudo y sugerencias compartidas por y con mi compañera, que me alentaba a aprovechar las posibilidades que me ofrecía la herramienta de edición para darle juego, vida y forma al embrión de video. A eso le siguió la música instrumental cinematográfica del hiperactivo Philip Glass.

Así permaneció durante años, aguardando llegar a ser parido, llegar a existir como algo en sí mismo, como Arte, como pieza ya creada. Así esperó varios años.

En la espera, llegó un día en que comenzó a manifestarse un nuevo fruto, diferente. En esta ocasión fue inesperado, no buscado. Fueron días raros e intensos los que se vivieron en mi hogar al enterarnos que mi vientre albergaba un crecimiento anormal. Un Tumor benigno, un Teratoma, o sea, un Tumor Monstruoso (Teratos, del griego, monstruoso). Un monstruo. Al investigar un poco más a fondo, resultó ser que este tipo de tumor crece en los ovarios a partir de células que contienen todas las posibilidades de formar un ser humano y, por ende, todos los tejidos en potencia. También descubrí que se desarrollan mayormente en mujeres en edad gestativa que han sufrido alguna pérdida significativa de algún hijo o su equivalente. También aprendí con bastante asombro el macabro hecho de que la iglesia católica los hacía bautizar en una época, por suerte ya pasada.

En todo caso, me encontré enumerando aquellas pérdidas a las que pudiera considerar como hijos... aquel Ser cuyo nacimiento impedí, esa maternidad que rechacé hace ya más de quince años... Aquella gata que dejé atrás cuando me fui a estudiar y que ya no estuvo más para recibirme a mi regreso... Aquella sobrina que vi nacer y a quien no pude atestiguar su crecimiento tan de cerca como me hubiera gustado, pero que resultó ser más parecida a mí que a su propia madre... Aquella perrita adoptada como hija, la primera con la que conviví en mi vida, y cuya condición de cuidado me enseñó el sacrificio y la atención hacia alguien dependiente de una madre y a quien la misma condición nos arrebató demasiado temprano... Aquella presentación no concretada... Aquel curso no propuesto... Aquel proyecto artístico y educativo soñado, pospuesto... En fin... Tantos hijos abandonados, perdidos, postergados...

Aparecieron también otras sombras... las violencias tan temidas y negadas. La violencia intrínseca, la pequeña y gran violencia. La muerte, la lanza... La palabra punzante, gritada. El animal hermano comido, sacrificado, desangrado, ofrendado a cambio de algo. El hijo o hija negado, negada, muerta, quirúrgicamente extirpado, extirpada. La suegra maltratada sutilmente, el cuñado argumentado vehementemente, la sobrina ignorada porque era más importante la conversación adulta... El mal genio... porque tenía hambre, la rebeldía contra el padre.

Observé también pequeñas pero consistentes micro-violencias hacia mí misma... la violenta ansiedad que me lleva a rasgar y morder la piel de mis propios dedos, que lleva mis dedos a agredir la piel de mi rostro en presencia de cualquier imperfección, de cualquier grano, la violenta exigencia que me lleva a aparentar, a tensionar mi cuerpo, a esconder la panza, a buscar encajar...

También apareció, con la alusión y el recuerdo de una cesárea y de un parto, la violencia de mi propio nacimiento. Aquél pacto violento que ya tenía pautado con todos los participantes que se encargaron de constelar el dramático y extremo evento de mi llegada a este plano. La violencia inconsciente de mi madre hacia sí misma, la violencia de la enfermera que no le creyó que estaba de parto, la violencia de quienes le advirtieron que la cesárea sería sin anestesia, la violencia con la que finalmente sí se la pusieron. La violencia de no poder tocarme por la infección que violentamente le recorría todo su cuerpo... ¡Cuánta violencia tendría yo que traer a cuestas, cuánta violencia tendría que haber generado antes de venir para inaugurar con semejante llegada esta oportunidad!

Seminario de Movimiento Auténtico mediante, aparecieron violencias y sombras esbozadas, pero no hechas conscientes aún, sospechadas, pero no reconocidas como tal. Aparecieron sombras... que abrazar y amar.

Todas esas muertes y esas vidas, con toda esa urgencia, me levanté un día con ganas de danzarlas, sin saberlo. Un día de esos en que la suegra llega sin anunciarse y yo lo que tenía eran ganas de encerrarme. Uno de esos días en que la violencia se agolpaba dentro mío y no estaba para recibir a nadie... Total, la visita no es para mí, es para otra, la que me soporta y me acompaña... la que sí está para desayunar con alguien. Yo no, yo necesito silencio. Danza. No lo sabía, pero lo que necesitaba era moverme. Conmigo misma, seguir mis pasos. Liberar toda mi energía y sudar. Escucharme, escuchar a mi cuerpo en movimiento expresarse. Liberar-Se. Ser.

Entonces mi testigo fue la cámara. Muchas veces, en ausencia de un testigo humano, la cámara me sirve de cómplice, de testigo presente y futuro, de conciencia de un testigo interno... hasta que llegue el externo.

Ese día también la música me acompañaba. Los vecinos decidieron compartir su música fuerte con todo el vecindario y para acallar y contrarrestar, decidí danzar con música. La música instrumental que me inspira y me estimula... Una música de un quinteto londinense que conocí en una caminata sola por la rivera del Rió Támesis... durante el tiempo en que estudiaba sobre danza e improvisación y expresión. Años antes de habitar en la calle bonairense cuyo nombre es también el de ese Río. Thames. La cosa es que esa música me sirvió para liberar con movimientos frenéticos y enérgicos toda la violencia que tenía contenida, toda la desesperación que no encontraba causa... Todo lo que necesitaba salir de mí para no contaminarme.

Esperó pacientemente mi Sombra a que yo la mire, la ame, la acepte, la asimile, que la pudiera colorear... enmarcar, danzar, editar, significar. Una noche mi compañera me soñó y me contó por la mañana su sueño. En él me decía que no me preocupara, que siguiera trabajando en el video aunque me llevara años completarlo... y así fue. Me llevó lo que un parto. Y más. Varios partos... en uno.

En los días de recuperación de aquella, la mayor violencia que recordaba haber vivido... Luego de sentir que manos ajenas se adentraban en mis entrañas y las revolcaban al ritmo de una música absurda que inundaba aquella fría y redonda sala, luego del dolor más intenso del que tenga memoria, mientras mi familia y mi compañera eterna no podían hacer más que compadecerse de mis caras retorcidas de angustia y dolor indescriptible, que oscilaba entre el dolor intenso y el insoportable... Luego de vivir y abrazar todo aquello, todo ese dolor pactado, como dije antes, todo ese dolor ganado y negociado con tantas y tan antiguas y olvidadas, entrañables y entrañadas violencias, mis pasados, mi pasado, mi violencia... engendrada más allá de mi memoria... Luego de intentar asimilar tanto dolor, dolor de parto. Dolor violento. Parto tan largo. Dolor interno y omnipresente.... Tanto.

Luego de tanto, fui editando... amalgamando... incorporando la danza del pasado, tan y tan rápida, pasado tan frenético, tan turbulento... a la pausa obligada, a la calma de la cámara lenta, al lento regreso del dolor a la caminata, del dolor a la respiración, del ardor de la herida al calor del agua tibia del baño diario, al reto diario del amor... La caminata lenta, lentísima hasta la esquina del parque, el lento caminar hacia mí misma, sentada en el medio del pasto, o regando pausadamente las plantas. La lectura calma del libro postergado... La vuelta cálida a la imagen de la Sombra danzada, la colorida sombra, ahora habitada.

Fue todo esto, entonces, lo que terminó siendo el contenido que rellenaba la silueta aquella, aquella que esperaba que le dieran forma y sentido... Y aquella danza frenética contenida en la silueta fue viajando sin que yo me diera cuenta, sin que lo planificara de esa manera, desde la cabeza en tonos fríos hasta cubrir la sombra entera de color sangre menstrual o parturriento hasta, finalmente, encontrar su paz y su hogar en el centro de mi pecho rosado, en una ventana abierta entre el pecho y la garganta, hasta convertirse, por fin, en la Danza de mi Corazón. Aparecieron capas superpuestas, multiplicidades, profundidades de la Sombra. Y apareció el sentido de tanta espera....

Fue así, con todo el tiempo y la paciencia del mundo, con el tiempo propio de quien no sabe cuánto toma la gestación y el parto del hijo que aún no se conoce... cuánto toma el viaje del monstruo para convertirse en hijo... el viaje de la Sombra para ser amada... Fue así como DanzaSombra se convirtió en el hijo artístico parido después de años de comenzar a existir y gestarse, el hijo parido de la liberación que me produjo el someterme un 31 de octubre a una cesárea sin parto, o, mejor dicho, el parto por cesárea de un hijo monstruo, de los que no crecen ni se acarician, pero que sí se pueden convertir en obras de amorosas danzas, de violencia, vida, muerte, arte... monstruos que se pueden convertir en caminos curvilíneos que van desde la violencia de la mente hasta el amor del cuerpo y del corazón y de la danza... hijos paridos en conjunto con Amores, compañeras de vida que participan sabiendo y sin saberlo... de los partos, las gestaciones, las liberaciones, y que son testigos y también Madres de todos ellos... Siglos y siglos de violencias y Testigos... y de Amores.

Y fue así el viaje desde la silueta gris a los colores, de la sombra incierta y desconocida, a monstruo incierto y desconocido, pero contenido adentro, de monstruo a hijo añorado, perdido, extraviado y encontrado, a expresión que toma forma y movimiento, hasta convertirse en Universo, en DanzaSombra, en Sentimiento. De Monstruo Amado y despedido, a Hijo Arte recién llegado. Recién parido. Bienvenido seas. Gracias.

DanzaSombra (videodanza de Carla Godreau)