viernes, 30 de octubre de 2020

 Leo, veo y revisito el trabajo de videodanza del que trata mi anterior texto publicado aquí. Han pasado ya tres años. Me leo y me sorprendo. Yo que lo tenía tan presente... no recordaba cuánto ha cambiado, no notaba cuánto he ido cambiando. Aprendiendo, transitando. Es increíble cómo seguimos siendo la que escribimos aquello hace años y sin embargo, ya no lo somos. 

Hoy, hace tres años, me estaba internando para operarme del teratoma mañana, luego de almorzar en una terraza con mis padres, mi suegra y mi pareja. Y en aquel momento tampoco se me escapaba el privilegio que era tener allí a mi mamá acompañándome, que viajara desde tan lejos para atestiguar mi dolor, aquel que sólo ella entre todos los presentes podía comprender. Trenta y seis años antes, mi nacimiento le había provocado un dolor igual. Cuánto alivio instantáneo pueden albergar unas simples palabras: “Yo sé.”